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AMIR-JOHN HADDAD & ALMERAYA FLAMENCO
Sala Colonial Norte (Madrid)
El concierto comenzó por taranta. Solo con su guitarra sobre el escenario, Amir-John Haddad interpretó “Piedras negras”, de su disco “Pasando por tabernas”. De padre palestino y madre colombiana, nacido en Freiburg (Alemania), este inquilino del mundo muestra y demuestra cómo el arte (también el flamenco) se lleva en el corazón independientemente de las raíces. Luego crecerá con todos tus paisajes sonoros, y de eso “El Amir” entiende un rato. No en vano baraja tantos proyectos musicales (desde el flamenco hasta el heavy-funk-rock-metal, pasando por las músicas del mundo, el folk y la fusión) como instrumentos (guitarras flamenca y eléctrica, oud, buzuki, saz, bajo...). Su música suena flamenquísima, pero también oriental, y hasta brasileña. Y es que esas cositas buenas que se van echando
en el puchero de la vida salen a cada paso, y éste es un buen ejemplo.
Vamos por partes.
Tras la taranta, el bajo de Josemi Garzón y las percusiones de Jesús Mañeru se unieron para interpretar unas bulerías instrumentales en las que dieron rienda suelta a su fusión y manera de entender las cosas. Yendo y viniendo, interpretando y reinterpretando, dejando el flamenco para subirse al jazz, y luego a cualquier otro medio de comunicación sonora. Llegaron los vientos de Pedro Espaza, tan luminosos como insinuantes, tan misteriosos como conocidos, saxo y travesera en mano para goce de los allí presentes.
La agrupación completa empezó a ritmo de tangos. A la voz, una siempre imponente María Carmona que tuvo que sufrir una mala sonorización, que si la hizo sudar no deslució su cante, siempre magnífico, actual y propio. En este palo, el baile de Inmaculada Ortega sacó toda su sensualidad al compás, con ese ir y venir de las caderas que nos viene del otro lado del charco y que la de Jerez domina a la perfección.
También hubo tiempo para viajar a Oriente, paseando de la mano de riffs pegadizos y psicodélicos que en un par de ocasiones hicieron despegar a la banda desde la península hasta lejanas tierras. Un poco más tarde llegó el turno de la Carmona, que hizo su particular “chou”, ése en el que se levanta de la silla y micrófono en mano se dirige al respetable por bulerías y cuplés, y canta y baila para deleite general. Si tiene fuerza su cante, su peso, compás y gusto para las pataítas que se marca son para romperse la camisa.
Ya cerca de la despedida y cierre, Inmaculada Ortega por alegrías. El dominio del tiempo, el espacio, los pies, el aire y el viento de esta bailaora son grandiosos. Cómo va y viene, cómo se mueve por un escenario que hace suyo en cada milímetro, esos tiempos y contratiempos frenéticos de los zapateados, esos brazos dibujando virguerías y esa sensualidad en la cadera, nos hicieron enamorarnos un poco más de su baile, de su genio y del flamenco mismo.
Cerró la banda de forma instrumental un concierto de esos de los que sales respirando de otra manera. Una noche en la que se mezclaron los sonidos, y el espejo de las culturas reflejó nuestra propia imagen.
Amir-John Haddad “El Amir” & Almeraya Flamenco
Amir-John Haddad: Guitarra flamenca, oud eléctrico
Inmaculada Ortega: baile
María Carmona: cante
Pedro Esparza: flauta y saxo
Josemi Garzón: bajo eléctrico
Jesús Mañeru: percusiones
Eme García
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